El 29 de abril de 2014 tendrá, a toro pasado, unas connotaciones más importantes para nosotros que el lugar que visitamos este día para comer, y lo digo sin acritud, como diría el andaluz, porque comer comimos de manera soberana en uno de los bares que íbamos persiguiendo en los últimos meses, El Ensayo en la plaza de la Viña. Y digo esto porque lo que sucedió a partir de las 20.45 en un campo de fútbol eclipsó todo lo bueno que habíamos experimentado a mediodia.
El hecho en sí fue que el Real Madrid jugaba partido de vuelta en casa del todopoderoso Bayern de Munich después del 1-0 de la ida. Con el culito apretado esperábamos todos los asistentes a la comida un bañito esa tarde por parte de los teutones que después de las últimas visitas a tierras germanas habíamos salido escaldados en todas ellas. Pues no, no ocurrió tal desastre y le endosamos a los tipos estos un 0-4 en toda regla, sumiéndolos en la desesperación absoluta y por supuesto al entrenador Guardiola I de Cataluña, solemne engreido, que tuvo su correspondiente cura de humildad. Lo siento Pep, amiguete, otra vez será. Repito, fue histórico y por eso lo voy a asociar con la visita a mediodia a este bar.
El Ensayo es un bar-restaurante que ha cambiado en los últimos tiempos. Recuerdo cuando era yo más joven, hace ná, que era un pub con billar y cosas así. Luego se fue transformando a jazz-bar y actualmente sigue manteniendo la decoración anterior pero han dado un salto de calidad importantísimo al dar relevancia absoluta a la cocina. Se puede decir que han acertado. Muchas son las críticas buenas sobre ellos y de hecho ya intentamos visitarlo en una ocasión y estaba lleno. Es por tanto imprescindible reservar previamente. De hecho este día no habíamos reservado y nos acloparon en una mesa a los cuatro. No asistió Juan y sí vinoVicente, marqués de Vereda. La carta es muy completa y los precios son muy asequibles. De hecho, ofrecen un menú por 10 eurillos completísimo. La bodega, la justa, con un surtido no muy amplio pero suficiente. Tras visualizar la carta, como siempre se nos llena la boca y nos venimos arriba para probar muchas cosas. La camarera, por cierto simpatiquísima, es la que nos pone el freno y nos aconseja sabiamente ya que las raciones son importantes. Un ligero despiste con el vino pero muy bien con nosotros. Un ligero vistazo y pedimos. Nos trajeron una ensalada de salazones, espectacular, para mi gusto de las mejorcitas que he comido por calidad y cantidad que en muchos sitios te enseñan el bonito y la hueva colgados de una cuerda pero poco más. Seguimos con unas patatas con dos salsas ricas. Por supuesto, no pudimos dejar de pedir una de sus especialidades, el pulpo, que respondió a las expectativas. Y por último, un entrecot trinchado muy tierno también. De postre unos flan y yo por supuesto brownie de chocolate con helado. Cafetito y a preparar el partido de la noche. No nos alargamos mucho más para atender nuestras obligaciones.

En definitiva, un sitio superrecomendable para comer o cenar con una relación calidad precio buenísima. Yo volveré.
Como siempre fue un placer compartir mesa y mantel con ustedes.
By Joe.
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